Matrimonio por Romanticismo Idealista
MATRIMONIO POR ROMANTICISMO IDEALISTA
• El mito del matrimonio como el camino mágico a la felicidad en la vida. Esta idea está basada en un sentimentalismo de tele-comedia o de novelita de romance barata. La historia es siempre la misma: dos personas se conocen y “se gustan”, pronto se sienten en las nubes cuando se ven o platican, y a ese sentimiento le llaman “amor”. Acto seguido se casaron y vivieron muy felices para siempre. ¿Suena familiar? Esta fábula es una de las principales causas de divorcio y matrimonios prematuros e infelices en la sociedad contemporánea.
El mito se repite miles de veces, año tras año para millones de personas en todo el mundo en libros, películas, historias, y anécdotas orales. El cuento del príncipe azul, la Cenicienta, el eslogan de que el matrimonio trae la felicidad y es el inevitable destino de toda mujer, la noción de que “el amor a primera vista” soluciona todos los problemas, son ideas y estereotipos propagados en cada exitosa comedia de televisión, en cada película de Hollywood, en cada novela de romance, en cada historieta del “Libro Vaquero”.
En los anuncios, en la publicidad, en la música de casi todo tipo, en programas de radio —por dondequiera se propaga el mito cultural de que el romance es igual al verdadero amor— y que, por ende, asegura el éxito del matrimonio que se basa en ese sentimiento.
En realidad, el romance es sólo un sentimiento inestable basado en la idealización que se hacen dos personas que frecuentemente se conocen solo superficialmente. Ese estado emotivo tiene un componente fisiológico y otro sentimental, relativamente involuntario. Si se deja crecer, puede tomar el dominio de la mente y de las emociones, llevando a decisiones precipitadas. El escritor José Martí detectaba desde el siglo XIX la confusión que creaba entre las mujeres latinoamericanas no distinguir entre el sentimiento romántico y el genuino amor. En una dulce y lucida carta a su hermana soltera, comentaba con agudeza lo siguiente:
Hay en nuestra tierra una desastrosa costumbre de confundir la simpatía amorosa con el cariño decisivo e incambiable que lleva a un matrimonio que no se rompe…
Hay en nuestra tierra una desastrosa costumbre de confundir la simpatía amorosa con el cariño decisivo e incambiable que lleva a un matrimonio que no se rompe…
Luego de contrastar el sentimiento fugaz con el afecto profundo como base del matrimonio, describía la ilusión falsa que fomenta el idealismo romántico:
No creas, mi hermosa Amelia, en que los cariños que se pintan en las novelas vulgares… por escritores que escriben novelas —porque no son capaces de escribir cosas más altas— copian realmente la vida, ni son ley de ella.
En otras palabras, el poeta explicaba a la joven que las novelas románticas —tan de moda en aquella época como ahora— no reflejan la realidad de las relaciones de pareja en la vida, sino tan solo las fantasías de sus incultos autores.
Y luego describe en un largo y contundente párrafo en donde exhibe el engaño:
Una mujer joven, que ve escrito que el amor de todas las heroínas de sus libros, o el de sus amigas que los han leído como ella, empieza a modo de relámpago, con un poder devastador y eléctrico, supone, cuando siente la primera dulce simpatía amorosa, que le tocó su vez en el juego humano, y que su afecto ha de tener las mismas formas, rapidez e intensidad de esos afectillos de librejos, escritos –créemelo
1 José Martí, “Cartas a jóvenes” (La Habana: Centros de Estudios Martianos, 2002, pp. 20-23).
Amelia– por gentes incapaces de poner remedio a las tremendas amarguras que origina su modo convencional e irreflexivo de describir pasiones que no existen, o existen de una manera diferente de aquella con que las describen.
Martí no era profeta, ni necesitaba serlo. Era un experto observador de la naturaleza humana, muy en particular de la cultura latinoamericana y sus sutiles trampas. Previniendo contra la oleada de sentimientos que despiertan los “amores a primera vista”, comenta sobre la importancia de la dignidad y valía propia de la mujer, y la importancia de discernir con cuidado si el pretendiente tiene el derecho a que ella se una y consagre a él para siempre.
Una mujer de…inteligencia justa debe distinguir entre el placer íntimo y vivo, que semeja el amor sin serlo, sentido al ver a un hombre que es en apariencia digno de ser estimado, –y ese otro amor definitivo y grandioso, que, como es el apegamiento inefable de un espíritu a otro, no puede nacer sino de la seguridad de que el espíritu al que el nuestro se une tiene derecho, por su fidelidad, por su hermosura, por su delicadeza, a esta consagración tierna y valerosa que ha de durar toda la vida.
El texto del escritor cubano, distinguía entre las apariencias externas que generan sentimientos de afecto románticos, y entre las virtudes de carácter que deben ser la base del amor para un matrimonio. Distingue entre las falsas expectativas que provocan las novelas (“afectillos de librejos”, los llamaba) con la relación de pareja en la vida real. En unas cuantas líneas desenmascara la fantasía, previene a la joven, y fustiga a los propagadores de fabulas que provocan por lucro desilusiones por falsear la realidad describiendo “pasiones que no existen”. ¿Estaba Martí contra el matrimonio? Jamás lo estuvo. Tan sólo describía los errores en que podía caer su joven e inexperta hermana, quien era cortejada por distintos pretendientes. La influencia del idealismo romántico podía llevarla a tomar una decisión apresurada en tan delicado asunto. Lo último que el poeta deseaba era ver a su hermana desdichada y amargada, por eso la invitaba a ser cuidadosa y a entender su propia valía como mujer y persona. La pregunta no era si se podía casar, sino si aquellos que la pretendían eran dignos de ella. Para eso necesitaba dominar sus emociones y tomar el tiempo para conocer el carácter de su pretendiente, no irse por las apariencias. Hoy en día, muchas mujeres se casan con cualquiera que les propone matrimonio sin el mas mínimo estudio de la persona con quien se unirán de por vida. Sin saber si su futuro marido es digno de ellas por su carácter, compromiso y afecto. No se valoran a sí mismas como personas y mujeres ¡menos como cristianas!.
El romance vende. Promocionarlo es negocio porque apela al idealismo y al culto a los sentimientos de la sociedad occidental. Explota también legítimas aspiraciones humanas. La Biblia, en cambio, es realista y presenta al amor ágape y a la razón como la base del matrimonio sólido. Jamás dice que es la solución a los problemas de la vida. Más realista aun, 1ª de Corintios 7:28 advierte que los cristianos solteros cuando se casen, tendrán aflicción. “...Y yo os la quisiera evitar”, remarca el apóstol.
Pablo es un maestro del realismo y combate los mitos culturales que desde su época se propagaban idealizando el matrimonio y dando culto a un sentimiento.
Desde las imágenes de Cupido y sus flechas mitológicas, hasta Romeo y Julieta en Shakespeare. Desde el cuento de Blancanieves y el príncipe azul que la despierta con un beso para ser felices para siempre. Desde la Iliada y la historia de Elena de Troya; en las raíces mismas de la cultura Occidental está impreso el idealismo romántico que hoy se comercializa y propaga a través de libros, películas y canciones como nunca antes. No es de extrañarse que con una influencia cultural de tantos siglos y que bombardea a las personas desde chicas, muchas cristianas solteras tengan grabada en su mente la idea de que la felicidad está en llegar a encontrar al hombre de sus sueños para iniciar un romance; que el matrimonio es inevitablemente su destino, y que sin esa relación, nunca estarán satisfechas o plenas. El Nuevo Testamento dice lo contrario: que en Cristo estamos completos (Colosenses 2:10). Y que el que beba del agua que Él nos da, no tendrá sed jamás (Juan 4:14).
No es de extrañar que muchos cristianos hayan idealizado el matrimonio como un estado de dicha perfecta, sin atender a que el apóstol Pablo es realista y advierte que quien se casa tendrá, sí, privilegios y bendiciones particulares, pero también compromisos que cargar sobre sus hombros y aflicciones inevitables. Wesley resumió magistralmente así algunas de ellas en su exégesis de 1ª de Corintios 7.
“Gozas la bendición de ser libre de la aflicción de la carne que, en mayor o menor grado, siempre acompaña al estado del matrimonio. Existe infinidad de problemas domésticos que, tarde o temprano, toda familia debe enfrentar. Te librarás de innumerables situaciones de dolor y angustia en las que todo jefe de familia se ve envuelto.....”
“Por sobre todas las cosas, estarás a salvo de la mayor de todas las dificultades: amar a una criatura por encima de todas las demás. Es posible hacerlo sin caer en pecado, sin menoscabar nuestro amor hacia Dios, pero ¡cuán terriblemente difícil es entregar a Dios todo nuestro corazón cuando hay alguien que tiene una parte tan grande de él! Resulta mucho más fácil cuando nuestro afecto y nuestro cariño están repartidos equitativamente, o al menos sin grandes diferencias, entre muchas personas. Juan Wesley, “Reflexiones acerca del celibato.” pp. 296-298. En Obras de Wesley. Justo L. Gonzáles, Editor.
Se requiere sabiduría angélica para brindar todo el afecto necesario, pero sin excedernos, a alguien con quien tenemos una relación tan estrecha.” Después de describir algunas de esas ‘aflicciones de la carne’ que las personas casadas suelen tener, Juan Wesley explica algunas de las ventajas de permanecer sin casarse. Luego, amplia para sus lectores el significado de “ocuparse de las cosas del mundo” que puede conllevar el matrimonio. Son palabras profundas que no pueden tomarse a la ligera.
“Siendo soltero dispones de tiempo para capacitarte y crecer como persona en todo sentido, para rendir a Dios culto público y privado, y para hacer el bien a tu prójimo cada vez que sea necesario. Los casados, en cambio, necesariamente deben ocuparse de las cosas del mundo. Tú puedes entregar todo tu tiempo a Dios, sin restricciones, y no necesitas autorización de nadie, excepto tú mismo, para hacerlo. Puedes dedicar cada hora de tu vida a aquello que consideras el camino más excelente. Pero si fueras casado, tendrías que obtener el consentimiento de tu pareja, de otro modo ¡cuántas quejas o discusiones provocarías! ¡Qué difícil es saber (y mucho más, actuar acorde con ese saber) hasta dónde debes ceder, para mantener la paz, y dónde debes marcar el límite! Se requiere mucha sabiduría para decidir hasta qué punto puedes renunciar a lo más excelente, especialmente con respecto a las conversaciones que no son buenas para la necesaria edificación, a fin de complacer a tu bien, o mal, intencionada pareja, sin que esto implique desagradar a Dios.”
No es extraño que debido a la gran influencia cultural del mundo sobre las mentes, muchas personas hoy en día, antes de casarse, idealizan a su pareja o el estado matrimonial, y por ello no examinan con cuidado que implica casarse ni el carácter de la persona con quien van a pasar el resto de su vida, servir a Dios, y procrear hijos. El romanticismo les impide valorar, tal vez, ese problema evidente de carácter, o pasar por alto una conducta que puede ser un aviso a tiempo de que el candidato(a) para casarse, quizás no es adecuado y es necesario esperar a que la persona madure y crezca espiritualmente. O buscar otro.
El idealismo también provoca problemas en el sentido inverso. Las personas pueden desilusionarse de su pareja al poco tiempo de casados, una vez que se topan con la realidad de que se casaron con un ser humano, no con la idealización que se habían hecho en su imaginación. Esto es terriblemente injusto para las jóvenes parejas que se casan, y genera malentendidos, decepciones y confusión.
En el caso de algunas mujeres que saben que la voluntad de Dios es que se casen, el idealismo tiene un efecto contraproducente. Les impide aceptar a pretendiente alguno. Están siempre esperando a un príncipe azul espiritual, una mezcla de Hudson Taylor con el galán de sus sueños que nunca se materializa, y dejan pasar legítimas oportunidades de casarse por no ser realistas.
Discípulas: la Escritura nos invita a no conformarnos a este mundo, sino a renovar nuestro entendimiento para corroborar cual es la perfecta voluntad de Dios (Romanos 12: 2). El romanticismo y el idealismo matrimonial han producido más desilusiones, más parejas infelices, más matrimonios que nunca debieron contraerse, más divorcios, y más miseria ¡que muchos de los matrimonios que se arreglan entre familias en algunos países paganos! La Biblia no aprueba ninguna de las dos prácticas, sino el matrimonio razonable, con sentido común, basado en el amor a Dios y buscando lo mejor para el reino de Dios y la pareja.
Aprueba el matrimonio responsable, cuando se sabe por la Escritura y el conocimiento de una misma, que la voluntad de Dios es que lo sirvamos casadas.
Aprueba el matrimonio responsable, cuando se sabe por la Escritura y el conocimiento de una misma, que la voluntad de Dios es que lo sirvamos casadas.
¡Cuánta gente hoy anhela fervientemente casarse por estar bajo la influencia de una ideología mundana! No tienen vocación matrimonial, no se están quemando según la definición bíblica, pero tienen fija la idea de que su felicidad está en tener un romance y casarse. ¡El mito del príncipe azul!
¿Está esa gente haciendo la voluntad de Dios? No. Están siguiendo un deseo que les sembró en la cabeza el mundo.
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