La musica
La música cuenta con un poder especial. Nos trae recuerdos tristes o alegres, nos hace pensar en una persona o nos remonta a épocas pasadas. Por eso, en una boda, la pareja de enamorados elige alguna tonada que los transporta a su primer encuentro o a una cita especial.
La música en sí me parece neutral; las notas o ritmos de tres o cuatro cuartos, no son más o menos espirituales, pero sí el uso que le damos y la letra que cantamos. Más allá de la composición estrictamente musical (ritmo, melodía y armonía), la importancia de una canción radica en lo que decimos y a quién se lo decimos.
¿Y qué diría una mujer que ha compuesto más de ocho mil poemas a los que se les ha puesto música? ¿Tendría uno en especial? ¡Su vida entera habría sido una canción! Pero yo supongo que para su boda celestial, existe uno que resume su vida.
“Cuando al fin se termine aquí mi vida terrenal,
Y el río oscuro tenga que cruzar,
En la otra ribera al Salvador conoceré;
Su sonrisa bienvenida me dará.
Yo podré reconocerle;
Sus heridas allí contemplaré.
Bien podré reconocerle
Cuando a Cristo en la gloria le veré”.
Estas palabras adquieren relevancia si pensamos que aquella quien habla de contemplar y ver fue una persona ciega. Fanny Crosby creció en el área de Nueva York a principios del siglo XIX. A las seis semanas de su nacimiento, enfermó de una gripe común que inflamó sus ojos. Al no encontrarse cerca su doctor, llamaron a otro médico que recomendó cierto tratamiento que dañó para siempre su visión. Pero en lugar de amargarse, concluyó que Dios lo había permitido para preparar su misión, y a los nueve años escribió:
“¡Qué alma tan feliz soy,
Aunque no puedo ver!
He resuelto que en este mundo
Contenta yo estaré”.
Desde niña, Fanny escuchó la Biblia y memorizó grandes trozos de ella. A temprana edad derramó delante de Dios el deseo de su alma: aprender como los otros niños. Su oración recibió respuesta cuatro años más tarde cuando fue invitada al Instituto para Ciegos de la ciudad de Nueva York. Ocho años pasó como estudiante, quince como maestra, escribiendo poemas, tocando diversos instrumentos y leyendo las grandes obras del idioma inglés.
Tenía treinta años cuando escuchó un mensaje en la iglesia, en el que comprendió que necesitaba un Salvador y entregó su vida a Cristo.
“Grata certeza; ¡soy de Jesús!
Hecho heredero de eterna salud,
Su sangre pudo mi alma librar
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