Algo Nuevo

En el día de su boda, la novia estrena el vestido, los zapatos y otras cosas. Sin embargo, no es la única, pues las damas, las invitadas y las familiares también se esmeran en lucir elegantes. A mí me sorprenden las mujeres que no prestan atención a su apariencia, pero me asombran aún más las que encuentran su propio estilo y son inolvidables. 

Henrietta Mears se grabó en la memoria de sus contemporáneos por susextravagantes sombreros. Su elección de atuendo dominical podía consistir en un vestido azul con accesorios rojos, lápiz labial intenso, uñas pintadas y anillos en cada dedo. Pero Henrietta impresionó a sus allegados por mucho más que la moda. 

La hija menor de siete hermanos, Henrietta nació en Dakota del Norte en 1890. A los siete años conoció a Cristo por medio de su madre, y su devoción por él nunca menguó. En su infancia, un doctor diagnosticó que a los treinta años perdería la vista. Henrietta, convencida de que Dios tenía un propósito en su vida, se dedicó a leer y estudiar cuanto podía antes de que el terrible pronóstico se hiciera realidad. 

Estudió en la universidad de Minnesota, graduándose con honores. Luego aceptó un puesto como maestra de química en una preparatoria. Y aunque siempre sufrió de miopía, jamás quedó completamente ciega. La valentía de Henrietta no solo se percibe en su tenacidad por prepararse, sino en el grupo objetivo con el que trabajó el resto de su vida: los adolescentes y los jóvenes. 

Henrietta soñaba con ser misionera, pero Dios la guió en otra dirección. La llevó a Hollywood, pero no para actuar en películas, sino para enseñar en la Primera Iglesia Presbiteriana de California. Desde los doce años había enseñado su primera clase de Escuela Dominical, y sin importar su ubicación geográfica, había continuado enseñando a chicos y grandes a memorizar largos pasajes de la Biblia y ser disciplinados en su estudio bíblico. 

En su nueva iglesia, se le dio el cargo de directora de educación cristiana. En ese entonces la asistencia se calculaba en 450 personas, pero aumentó a más de cuatro mil. Uno de sus más grandes problemas resultaba el material utilizado. En primer lugar, carecía de dibujos, segundo, no había continuidad de temas. La gota que derramó el vaso fue cuando leyó en una lección que el apóstol Pablo había sobrevivido el naufragio en la isla de Malta porque ¡había comido zanahorias para mantenerse fuerte! 

Como una fiel amante de las Escrituras, no podía permitir semejante infamia. Así que devolvió el material al publicador, negándose a utilizar cualquier cosa que minimizara los milagros de la Biblia, y a falta de buenos materiales en el mercado hizo lo más lógico: escribió su propia literatura. 

Se propuso escribir lecciones atrevidas, cautivadoras, fieles a la Biblia y que honraran el nombre de Cristo, con retos para los alumnos y énfasis en los principios bíblicos. Muy pronto llegaron peticiones de otras partes del país que ansiaban su material. Así que en 1933, Henrietta y otros fundaron Publicaciones Gospel Light para satisfacer esta necesidad. En 1939, empezaron a exportar sus productos. 

Henrietta dedicó su vida a la enseñanza. Sabía que estaba entrenando a los líderes del futuro, por lo que decía: "Es mi obligación como maestra de Escuela Dominical poner un descontento divino en lo ordinario. Solo lo mejor es suficientemente bueno para Dios. ¿Pueden decir, ´Dios, hice todo lo que pude´?" 

Por muchos años, Henrietta buscó un terreno donde pudiera llevar a sus estudiantes, un lugar solitario, cerca de la naturaleza, donde sus muchachos se acercaran más a Dios y tomaran decisiones trascendentales. Oró por sabiduría, y cuando se desocupó un lugar de retiro en San Bernardino, intentó comprarlo. Pero el precio era demasiado alto. 

El sueño parecía imposible, pero su grupo de amigos y estudiantes empezó a orar. Por intervención divina, el Hogar Forest, valuado en $350,000 dólares, se compró a un precio de $30,000. ¡Dios había escuchado! 

Los que asistieron a este lugar recuerdan días de actividad, risas y veladas espirituales. Muchos se comprometieron a servir a Dios, otros conocieron a Cristo como su Salvador. Y aunque el vivir en Hollywood no impresionó a Henrietta, ella impactó a su comunidad estableciendo un grupo de cristianos que comenzó reuniéndose en su casa, donde invitó a profesionales y gente del medio, llevándolos a Cristo. 

Dudo que Henrietta se presente en el cielo con sus sombreros coloridos, pero sí con un ejército de niños y jóvenes a los que ella tocó a través de sus clases bíblicas, su material educativo y su trabajo en el centro de retiro. Más que sus palabras escritas o habladas, fue su vida misma la que dio testimonio de la gracia salvadora de Jesús. 

Todas las mujeres queremos estrenar. ¿No sería mejor cambiar la "s" por la "n" y dedicarnos a entrenar discípulos, ya sea por medio de la enseñanza formal en escuelas dominicales y campamentos, o la informal, a través de conversaciones y el diario vivir? El Predicador nos informa que no hay nada nuevo hay bajo el sol, pero para nosotras, cuando vivimos en la fe, nos esperan novedades en cada esquina. Cada vez que abrimos la Biblia nos aguardan nuevas lecciones, mandamientos y promesas. ¡Descubrámoslos!

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