La culpa: Serie de clasicos de los martes - Desayuno espiritual 19 de agosto de 2014

Cada uno de nosotros es responsable de la muerte de Jesucristo en la cruz.

Como está escrito: No hay justo, ni aun uno: Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz fue sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; Que como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro.

Era la oscuridad y la rebelión de nuestro pecado que envió a Jesucristo desde el cielo a la tierra en una misión de rescate. Él vino como la luz en la oscuridad, pero los de la oscuridad no fueron capaz de entenderlo.

Él vino a pesar de que no sabíamos cuán desesperadamente lo necesitabamos.

Él vino a pagar la deuda que le debíamos, pero no podíamos pagar. Él vino como un médico que no espera las llamadas de oficina, pero vivió entre nosotros para buscar y salvar a los que estaban siendo destruidos por la peste del pecado.
Él no murió como un mártir o como un reformador; Murió como un cordero de sacrificio, dispuesto a hacer expiación por nuestro pecado. El martillo y los clavos estaban en nuestras manos, la bondad y la misericordia estaban en Él; rebelión y  engaño eran en nuestra naturaleza; la gracia y la verdad fueron en Él; dureza y frialdad estaban en nuestro corazón, la ternura y la compasión eran en Él.

Él fue la ofrenda perfecta para nuestras imperfecciones-teniendo nuestro juicio, que lleva nuestro dolor, saboreando nuestra muerte, triunfando sobre nuestro infierno, y tratando de llevarnos cautivos con el impresionante poder de la vida de resurrección.

Señor, yo sé que fue mi pecado el que te envió a la cruz. Te agradezco qur moriste por mí.
Yo sé que soy el culpable. Todo lo que me merezco fue colocado en ti. Vengo a Ti sin excusa sabiendo que soy totalmente responsable de mi propio pecado. Fue Gracias a tus heridas, que he encontrado misericordia, y que por ellas puedo ser sanado.

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