Ya no soy una muñeca

Testimonio de Catherine Marie


Ella abre sus ojos. La brillante luz del sol la despierta. Respira profundo, otro día que carga la misma culpa de ayer. Se aguaron sus ojos, no quiere salir de la cama.
Su madre la llama, ya se tiene que levantar.

Se sienta en la cama, sola, vacía, rota. “Ya no soy una muñeca, mi caja se rompió, mi ropa esta sucia.” Se mira al espejo y ve el reflejo de lo que no es, aquello que fue ya no es.
“Ya no soy una muñeca, mi sonrisa desvaneció como el viento de un enero en la tarde, he perdido mi valor, no valgo nada.” 

Con sus fríos pies toca el piso, y el tiempo se detiene. Mira su rostro, no es igual que ayer, no es igual. Su sonrisa es como el frío invierno al norte de un diciembre. “Ya no soy una muñeca, mis ojos ya no ven el brillo de mi piel.”
Mira al espejo y se enfoca en sus lágrimas. Lo que tenía ya no está, lo que tenía lo perdió, nunca fue suyo pues no le pertenecía, aún así lo desperdició.
Una música a distancia la despierta y reacciona. Interrumpe su silencio, desconcentra sus temores. ”Ya no soy una muñeca, me usas y me dejas, me tiras y despeinas, no es mi culpa, (si lo es).”
Cae la noche, una vieja invitación de viernes.  “Sí acepto ir, ¿por qué no? No hay remedio. Hago lo que quiero, aunque grito, callo, aunque callo, grito. No hay camino, no hay guía. No hay luz, solo tinieblas que reflejan la destrucción de lo que entregué. [Eso fue el diablo] dices tú. Yo quiero salir de aquí.  Los que lo saben no me ayudan, los que no, ya me estan despreciando.”
“Llegué viernes un frío y silencioso de octubre.  Nadie me reconoce, nadie sabe quién soy.
Música de fondo, risas y luces.  Ya no soy una muñeca, no estoy vestida para bailar,
no quiero cantar, no quiero hablar, tampoco escuchar. Aquí estoy, rodeada de cientos de ojos que pasan por lo mismo que yo, que son felices, que tienen lo que yo tenía y perdí, que tienen algo que yo no”

“Un varón vestido de blanco, sobre una tarima, y yo de negro en silencio y sin amor.
Una flor roja, una sonrisa, pero no lo merezco.  Mi cuerpo esta negro, ¿A quién le pertenezco?
Una hermosa muñeca de porcelana vestida de brillos y figura de deseo me impresiona, y yo de negro en silencio y sin amor.  ¿Crees que es de gratis?  Qué mucho perdí.
El mejor juego, solo tienes que apostar, juegate la vida, ¿que más da? Ya no soy una muñeca, ya no estoy en el centro y me alejo cada vez.”
 [Ven en un viaje conmigo.  Lo mejor es lo que sientes, no lo que pienses. Vuela alto y cae despacio, ve duerme y mañana olvidarás. Pues tápalo, que lo que oculto esta nadie sabrá] dijo ella. ”Ya no soy una muñeca, aunque no la uso, ya he perdido mi valor; ya no lo puedo ver pero ¿por qué sigue aquí?.
Para aquel soy una muñeca, dulce y salada, fría y caliente, la más bella flor.  Ya no soy pura e inocente.  Vivo en las tinieblas, nada importa, nada queda, de nada sirvo, ya no soy una muñeca. ¿Por qué él sigue aquí? Vete varón de blanco, ya no te veo, ¿no te necesito?. 
La muerte ya se acercó, la siento a mi alrededor, ni un solo destello de luz, lo negro se ve de noche, la oscuridad de mis errores me alcanzaron.  Me esta llevando, aunque estoy gritando nadie me escucha.  Para unos soy familia, para otros solo visual, para aquel he sido tacto, sexo, lujuria y fornicación, ya no tengo olor puro, mi sabor es fango.  Ya no soy una muñeca.  El diablo esta como león rugiente buscando a quién devorar, pero no soy de su propiedad, ¿A quién le pertenezco?”

Sabes lector o lectora, nunca esa muñeca imagino que estaba y que está en los planes de Dios desde antes de nacer, es una hermosa perla de valor incalculabe en las manos del Perfecto Alfarero. Lo que el Padre le ha dado nadie lo arrebatará de la mano de Jesucristo, ella le pertenece, también tú.  La Preciosa Sangre de Jesús fue derramada por sus pecados y los tuyos; la ama, nos ama. Ya ella no ve al varón de blanco como el viento. Pues Sus brazos la cubren, y siempre Él ha estado presente, en cada momento; y ha recibido salvación desde el momento en que confesó sus pecados y reconoció a Jesucristo como Señor y Salvador, y ha recibido el Espíritu Santo que desde entonces mora en ella.  Nuestros pecados llevaron a Jesucristo a la cruz, ¡derramó su sangre, resucitó y vive!. 
“Ya no soy una muñeca, nunca lo fui; Ya no vivo yo más Cristo vive en mí. El me cautivó, su amor me alcanzó, su gracia me hizo libre.”  Ahora me miro al espejo, y veo el reflejo de como quiero ser, quiero reflejar el amor de Cristo. Nunca fui una muñeca, Dios me creó a su imagen y semejanza. Le pertenezco, quiero vivir para Él. ¡Gloria a Dios!

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