Demasiado sola. Demasiado tarde. Demasiado elegida

Por Diana Carolina Mendoza Corrales Estoy a punto de alcanzar mis cuarenta años de vida, no con miedo y sí con el corazón en quietud y contentamiento en Dios. Y en esta orilla del tiempo, me detengo, absorta en la danza imparable del reloj, sin apenas notar como galopaba, aportando canas y arrugitas florescientes. Escenas que ahora, iluminan mis reminiscencias como fotografías de un ayer que ya no volverá, en las que: No encuentro perfección, pero sí redención. En las que también veo un tapiz de misericordias inmerecidas y la mano de un Dios que no ha dejado de escribirse a Sí mismo en mi historia -una historia que no gira en torno a mí, sino en torno a Su gloria-. Con la soltería como la compañía que Dios ha preparado amorosa y tiernamente para mí en esta estación de mi vida, he aprendido a ver los días no como una espera, sino como un terreno fértil. La tierra donde Dios me planta, me cuida y me hace florecer en Su propósito eterno. Ya no veo est...