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Deje atrás el pasado
Cuando Dios liberó a los israelitas de Egipto, les dio la oportunidad de ser libres. Pero ellos rechazaron esta oportunidad. Así que Dios los enterró en el desierto y utilizó a sus hijos, no nacidos en Egipto, para que poseyeran la tierra prometida.

La liberación brinda la oportunidad para la libertad, y no el cumplimiento de la libertad. La puerta de la cárcel está abierta, pero debemos decidirnos a salir. Una vez que llegamos al desierto, miremos bien con quién nos juntamos. Si nos juntamos con gente que piensa en la esclavitud egipcia, nos contaminarán. Fue por esta razón que Dios no permitió que los padres circuncidaran a los hijos. Dios no quería que esta nueva generación llevara una marca efectuada por los padres con mentalidad de esclavos. No quería que ningún recuerdo de Egipto les hiciera pensar en su pasado de esclavitud. “Dios les había prometido a sus antepasados que les daría una tierra donde abundan la leche y la miel. Pero los israelitas que salieron de Egipto no obedecieron al Señor, y por ello él juró que no verían esa tierra. En consecuencia, deambularon por el desierto durante cuarenta años, hasta que murieron todos los varones en edad militar. A los hijos de éstos, a quienes Dios puso en lugar de ellos, los circuncidó Josué, pues no habían sido circuncidados durante el viaje” (Josué 5:6-7, énfasis añadido).

A veces me siento y converso con gente mayor, pero hay algunos con los que debo tomar cuidado. Hay quienes solo hablan de su opresión. Y pueden hablar durante horas, siempre de lo mismo. Si uno se queda allá, escuchando, puede llegar a sentir odio por la gente que ni siquiera conoce. Así que tome cuidado; el pasado opresivo de otros puede contaminar su espíritu e inhibir su verdadera libertad.
Nos preocupamos tanto por las realidades del pasado, que nuestro presente y futuro pueden consumirse. Algunas personas están ocupadas dejando atrás su pasado, que no tienen tiempo de vivir su futuro. Pablo nos dice: “Olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).

A esto Dios agrega en Isaías 43: “Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados” (vv. 18-19). Esto no significa que debamos fingir que el pasado no existe. Sencillamente no debemos permitir que controle, inhiba o condene nuestro futuro.

Esta es la poderosa palabra para la Iglesia del siglo XXI. Hoy nos embarcamos en una era totalmente nueva para la iglesia. Pero para poder avanzar con la guía de Dios debemos mirar nuestras vidas y tomar una decisión responsable de “olvidar las cosas pasadas”. No podemos preocuparnos con el modo en que nos trataban o cómo éramos, porque esto solo produce amargura. Debemos considerar toda ofensa pasada como obra de alguien que ignoraba perdonar y seguir adelante. El pasado será tan fuerte como le permitamos serlo. Para los israelitas el olor a cebolla y ajo era más fuerte que su deseo de probar la dulce miel y la leche.

Este es un tema central para la salvación espiritual. Para ser salvo, debe uno volver la espalda al lugar al cual se dirigía y a la gente con quien uno andaba, y tomar la dirección apuesta.

No podemos mirar atrás al desierto ni a Egipto. Esos días de gloria del movimiento carismático han pasado. Saltamos, gritamos, bailamos y caemos por costumbre, porque la unción ya no está. Pero Dios no se ha ido. “Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). Dios tiene un nivel de responsabilidad para poder avanzar con su llamado. Usted no puede aferrarse a lo nuevo si no deja atrás lo viejo.

Del mismo modo en que Dios llamó a los israelitas, lo llama a usted a ser libre. Es tiempo de madurar. Es tiempo de deshacerse del horrible olor egipcio. Póngase de pie, deje su celda, báñese en la sangre de Cristo una vez más. Deje los sándwiches de cebolla y puerro que comía en El Cairo y lávese con la verdad de La Palabra de Dios. Quítese el olor a ajo.


La iglesia mundial está hoy al borde del desierto. Podemos oír al Jordán que fluye, justo del otro lado de la colina. Estamos cerca del final de nuestra generación y avanzamos hacia la Tierra Prometida, así que es hora de aprender a caminar en nuestra libertad. Es hora de dejar de jugar y romper las cadenas que nos tienen amarrados al poste.


Tomado del libro: En busca de la libertad de Editorial Peniel

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