“Hay poder en nuestras palabras” I
Por Alma Ponce
“… así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”, Is. 55:11
La Palabra de Dios está provista de poder; Él cuida de Su Palabra para cumplirla. Son muchas y muy buenas las promesas que tenemos de Dios, pero no sólo debemos creerlas, hay que confesarlas también. Debemos pronunciar en voz alta esas promesas, decírnoslas a nosotros mismos, decírselas a la enfermedad, al dolor, al enemigo o a la montaña de problemas que tengamos.
Es necesario que confesemos la Palabra de Dios aun cuando estemos viendo que toda la evidencia está en nuestra contra; debemos decirlas aun cuando está presente el dolor o nos encontremos tan enfermos que casi ni podamos movernos. El Señor hará que sus promesas se conviertan en realidad. Cuando hablamos y confesamos su Palabra, Dios hace que el milagro se realice en nuestras vidas.
Empecemos por buscar las promesas de Dios que estén relacionadas con nuestra situación particular; agarrémonos de ellas de todo corazón y creámoslas. Luego, debemos abrir nuestra boca y confesarlas; esto nos llevará a la LIBERACIÓN, a la SANIDAD, a la SEGURIDAD.
En algunas ocasiones, la evidencia de lo que pedimos puede no manifestarse de inmediato, pero al continuar confesando sus promesas, sin dudar en nuestro corazón, el milagro surgirá. Dios desea que nuestra fe crezca, así que debemos estar seguros de que el nos oye. Él nos dice PIDE y RECIBIRÁS, BUSCA y HALLARÁS, TOCA y se te ABRIRÁ.
Debemos encontrar las promesas que son para nosotros y proclamarlas día y noche. Si Dios nos sanara instantáneamente cada vez que se lo pedimos, quizás no tendríamos paciencia con los demás o no creceríamos en la fe. Ciertamente pasaremos por momentos oscuros cuando pareciera que estamos solos; pero, si con autoridad confesamos su Palabra y la creemos, ¡el milagro sucederá! Puede no venir hoy, ni la próxima semana, o el mes entrante, pero ¡VENDRÁ!
Cuando los demás nos pregunten por nuestro problema o enfermedad, hablemos solamente lo que DIOS DICE ACERCA DE NOSOTROS, hablemos de las promesas de Dios para esa situación por la que estemos pasando. Jesús dijo: “Las palabras que yo os he hablado son ESPÍRITU y son VIDA”, (Juan 6:63); sabemos también que “la Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos”, Heb. 4:12
Dios usó palabras para crear este mundo; Él creó todo con el poder de Su Palabra. Él dijo: hágase y fue hecho. La Palabra de Dios es PODEROSA. Además, Dios dice que le hagamos recordar, que traigamos a la memoria sus promesas. Sabemos que la “muerte y la vida están en poder de la lengua”, (Prov. 18:21); por eso, las palabras que nosotros pronunciamos son importantes.
Continuará…
“… así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”, Is. 55:11
La Palabra de Dios está provista de poder; Él cuida de Su Palabra para cumplirla. Son muchas y muy buenas las promesas que tenemos de Dios, pero no sólo debemos creerlas, hay que confesarlas también. Debemos pronunciar en voz alta esas promesas, decírnoslas a nosotros mismos, decírselas a la enfermedad, al dolor, al enemigo o a la montaña de problemas que tengamos.
Es necesario que confesemos la Palabra de Dios aun cuando estemos viendo que toda la evidencia está en nuestra contra; debemos decirlas aun cuando está presente el dolor o nos encontremos tan enfermos que casi ni podamos movernos. El Señor hará que sus promesas se conviertan en realidad. Cuando hablamos y confesamos su Palabra, Dios hace que el milagro se realice en nuestras vidas.
Empecemos por buscar las promesas de Dios que estén relacionadas con nuestra situación particular; agarrémonos de ellas de todo corazón y creámoslas. Luego, debemos abrir nuestra boca y confesarlas; esto nos llevará a la LIBERACIÓN, a la SANIDAD, a la SEGURIDAD.
En algunas ocasiones, la evidencia de lo que pedimos puede no manifestarse de inmediato, pero al continuar confesando sus promesas, sin dudar en nuestro corazón, el milagro surgirá. Dios desea que nuestra fe crezca, así que debemos estar seguros de que el nos oye. Él nos dice PIDE y RECIBIRÁS, BUSCA y HALLARÁS, TOCA y se te ABRIRÁ.
Debemos encontrar las promesas que son para nosotros y proclamarlas día y noche. Si Dios nos sanara instantáneamente cada vez que se lo pedimos, quizás no tendríamos paciencia con los demás o no creceríamos en la fe. Ciertamente pasaremos por momentos oscuros cuando pareciera que estamos solos; pero, si con autoridad confesamos su Palabra y la creemos, ¡el milagro sucederá! Puede no venir hoy, ni la próxima semana, o el mes entrante, pero ¡VENDRÁ!
Cuando los demás nos pregunten por nuestro problema o enfermedad, hablemos solamente lo que DIOS DICE ACERCA DE NOSOTROS, hablemos de las promesas de Dios para esa situación por la que estemos pasando. Jesús dijo: “Las palabras que yo os he hablado son ESPÍRITU y son VIDA”, (Juan 6:63); sabemos también que “la Palabra de Dios es viva y eficaz y más cortante que toda espada de dos filos”, Heb. 4:12
Dios usó palabras para crear este mundo; Él creó todo con el poder de Su Palabra. Él dijo: hágase y fue hecho. La Palabra de Dios es PODEROSA. Además, Dios dice que le hagamos recordar, que traigamos a la memoria sus promesas. Sabemos que la “muerte y la vida están en poder de la lengua”, (Prov. 18:21); por eso, las palabras que nosotros pronunciamos son importantes.
Continuará…
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